El reformatorio
En un suspiro, el huracán Katrina demandó más dinero que la guerra contra Irak. En un suspiro, también, el huracán Bush arrasó con la mayoría de las reformas en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que pretendía su secretario general, Kofi Annan. En un suspiro, a su vez, el huracán Al-Qaeda cometió la peor masacre en Irak desde que estalló la guerra. En un suspiro, pues, tres huracanes chocaron entre sí. Por ellos, la fiesta inolvidable no pudo ser más que la siesta olvidable. Y las reformas en la mole de Manhattan, cuyo fin suelen ignorar sus vecinos norteamericanos, terminaron siendo, a seis décadas de su fundación, apenas un intento fallido. Un capricho de los países de recursos escasos, quizá. Bush, acosado por el huracán Katrina, se cobró de ese modo el vano afán de legitimar la guerra en el Consejo de Seguridad. Más no pudo hacer Annan, acorralado por el resultado desprolijo del programa Petróleo por Alimentos, diseñado por la ONU para Irak. Lapidarias habían sido las conclusiones del comité independiente de investigaciones, (leer más)