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Política

Operación Perejil

El incidente en el despoblado islote, que obligó al gobierno de Aznar a movilizar sus tropas, recordó una vieja disputa Érase una isla. Un islote. Un pedrusco despoblado y minúsculo, invisible en los mapas. Roca firme de ingrato nombre español: Perejil. Ni como verdura u hortaliza tiene gracia, salvo que, picada, gane alcurnia con un poco de ajo. Puro condimento sobre el cual cargaron de pronto marroquíes okupas. De ahí la primera reacción: «Hay moros en la costa». ¿Cuántos? No muchos, seguramente: la invasión coincidía con la boda del rey Mohamed VI con Salma Benani, ausente con aviso, como indica la tradición, hasta el final de la fiesta. Es decir, varios días después. Alarmado, sin embargo, el gobierno de José María Aznar, remozado con nuevos ministros, tomó sus recaudos. Y ordenó el rápido despliegue de tropas de elite del Ejército de Tierra en cinco helicópteros: en tres iban 28 bravos soldados con aspecto de marines mientras los otros dos patrullaban la zona. Resguardados, a su vez, por buques artillados y, tal vez, por submarinos nucleares. (leer más)

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Política

Sonríe, mañana será peor

El 11 de septiembre y los colapsos financieros han acentuado el escepticismo de la gente y el descrédito de los políticos Era una mañana de invierno. Fría, ventosa. Alejandro Magno, o El Grande, marchaba rumbo a la India; iba a conquistar el mundo, decía. En el itsmo de Corinto se topó con Diógenes, el filósofo. Quedó  deslumbrado, viéndolo tumbado, irreverente frente al poder y la gloria. Lo llamó señor, trato que no dispensaba a nadie. Y quiso saber si podía hacer algo por él. Muy poco, obtuvo como respuesta, que te apartes del sol. Si Alejandro fuera un político contemporáneo, la gente proferiría, tal vez, el desplante de Diógenes: que se aparte del sol. Que se vaya Chávez, en Venezuela. Que se vaya Toledo, en Perú. Que se vayan los defensores de los inmigrantes, en Europa. Que se vayan Arafat y Sharon, en Medio Oriente. Que se vayan los cómplices de los estafadores, en los Estados Unidos. Que se vayan todos, en la Argentina. La ola de escepticismo, corregida y aumentada por los atentados terroristas (leer más)

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Política

El dinosaurio todavía estaba allí

Los mexicanos esperan que la bisagra de la historia que impuso la derrota del PRI, tras 71 años en el poder, se haga realidad Al dinosaurio le han cambiado el nombre: unicornio, Mario Vargas Llosa; cocodrilo, Carlos Fuentes; dragón, otros; hipopótamo, otros; rinoceronte, otros. Un bestiario completo. O un zoológico. Pero el dinosaurio no es más que el dinosaurio. El dinosaurio de Augusto Monterroso. Y el cuento de él, uno de los más breves de la historia, dice: “Cuando se despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. ¿Estaba todavía allí el dinosaurio, o el Partido Revolucionario Institucional (PRI), cuando México se despertó el 3 de julio de 2000, a la mañana siguiente de la victoria de Vicente Fox en las elecciones? Seguro. El prinosaurio, o el prigobierno, todavía estaba allí. Difícil deshacerse de él en un santiamén. Sobre todo, después de 71 años en los cuales partido, gobierno y Estado, confundidos con los colores de la bandera, han sido una trilogía indivisible. La dictadura perfecta, según Vargas Llosa. Resguardo, a su vez, de los quiebres usuales (leer más)