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Política

El cartero llama dos veces

Una suerte de plaga bíblica (o coránica) contra la cual no puede el sistema dependiente del correo La conoció de perfil. Creyó que iba a perder la cabeza por ella… Sólo perdió la billetera. Como otros que, rendidos ante el encanto de sus ojos color caramelo, o acaramelados, aspiraron un perfume embriagador. Hechizante. Capaz de adormecerlos. Y de permitir entre ensueños que, en un parpadeo, fueran despojados de algo más que el corazón. La muchacha dejaba, tras su taconeo, una silla vacía y una fragancia extraña. Usaba en el cuello y en el pecho un paraíso artificial de acción más rápida que un sedante natural: el borrachero, derivado de una planta frecuente en las regiones cálidas de América latina. La indiferencia frente a toda mirada provocativa comenzó a ser entonces la única vacuna eficaz contra el síndrome del fugaz amor eterno. No tan dramático, y expandido, como el ántrax a domicilio. Una suerte de plaga bíblica. O coránica. Contra la cual no puede el sistema, dependiente del correo. Ni puede la curiosidad frente a un (leer más)

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Política

El imperio contraataca

Detrás de los bombardeos prevalece el miedo de la gente ante un futuro tan incierto como las amenazas de Ben Laden Vivimos con Dios, y con el corazón, en la boca. Pendientes, o dependientes, del resultado incierto de la represalia incierta contra un enemigo incierto. Ensimismado. Agazapado en las sombras. Tan sombrío, en definitiva, que ve la realidad con un solo ojo, como el mullah Muhammad Omar, líder supremo del régimen talibán. Y, cual cíclope, no distingue daños entre pulverizar las Torres Gemelas, un ala del Pentágono o las estatuas de Buda. De ahí, el terror. La psicosis. La asociación libre frente a todo aquello que tenga aparente autoría terrorista, como los rarísimos casos de ántrax en los Estados Unidos. De ahí, también, la desconfianza frente a todo aquel que tenga mirada incisiva y barba tupida, como Osama ben Laden, cabecilla del grupo Al Qaeda (La Base). Un terrorista de la peor estofa. El peor. Capaz de jurar venganza por los bombardeos contra Afganistán y de ufanarse, en el nombre de Dios, por la destrucción (leer más)

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Política

Juegos de guerra

El gobierno argentino ha ofrecido asistencia a los Estados Unidos, poniéndose un paso delante de sus vecinos Campaña, no guerra. Despliegue, no cruzada. Libertad Duradera, no Justicia Infinita. Relaciones maduras, no carnales. Muy sutil todo. Y lento. Como la agonía del diminuto ejemplar de prisionero hindú, con la cabeza rapada y la mirada vaga y acuosa, de bigote espeso y saliente, absurdamente grande para su cuerpo, que describe George Orwell en El ajusticiamiento: «Las uñas aún estarían creciendo cuando él se hallara sobre la plataforma, cuando estuviera cayendo por el aire con un décimo de segundo de vida por delante». Un relato verídico. Tan verídico como la rara coincidencia del 11 de septiembre, 9/11 en inglés, con el número telefónico que teclean los norteamericanos para las emergencias de todo tipo, 911. Que, sumado (9 + 1 + 1), da 11. Al igual que la forma de las Torres Gemelas mientras estaban erguidas, el número de vuelo del primer avión que embistió contra ellas y la cantidad de letras de New York City, Afghanistan, The Pentagon (leer más)