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Política

Estados alterados

Las estrellas de mar pueden reponer sus brazos si sufren algún daño o, en el peor de los casos, si los pierden. Los cohombros, o pepinos de mar, arrojan violentamente sus vísceras por la boca si se ven en aprietos; tienen la facultad de regenerarlas con facilidad. Los hombres, por más que se aventuren a trasplantes, implantes, desplantes, liftings y clonaciones, son los únicos seres que se presumen inteligentes, pero no tienen repuesto. En un campamento de refugiados de Stankovec, Macedonia, una muchacha de 20 años tiene la mirada sombría, fija en la nada. Perdió algo más que su nombre en Pristina, capital de Kosovo, en donde la consigna era irse o morir. En su nueva casa, una tienda de campaña despojada, precaria, vive, sobrevive, como miles de personas que también perdieron algo más que sus nombres. Ella, el pelo castaño, las manos temblorosas, vive, sobrevive, con las máscaras, los rostros difusos, que entraron a punta de metralleta en su casa y que, como bestias, arrasaron con la impotencia de su familia. Eran cuatro milicianos (leer más)

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Política

Invasión Big Mac

Apenas estalló la crisis de Kosovo, decenas de personas indignadas por los bombardeos de la OTAN contra los dominios de Slobodan Milosevic asaltaron, en Belgrado, el edificio vacío de la embajada norteamericana y, vaya paradoja, dos restaurantes McDonald’s. ¿Qué culpa habrá tenido el reino del Big Mac de las decisiones de Bill Clinton y compañía? Ninguna, seguramente. Es la otra guerra, o la otra reprimenda, de la guerra, o de la reprimenda, de los Balcanes, en la cual Milosevic y Clinton, independientemente de la OTAN y de los refugiados, apelaron desde el comienzo al intercambio del poco honroso mote de Adolf Hitler, desvirtuando de ese modo, en un juego semántico peligroso, el horror que significó el Holocausto. En esta otra guerra, o reprimenda, no cuentan los serbios ni los norteamericanos, sino sus líderes, como un asunto personal. En medio del ping-pong, con un villano que se siente héroe y víctima a la vez mientras las manos heróicas de sus víctimas luchan en el cielo por una hogaza de pan, la otra cara de Clinton, amante (leer más)

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Sociedad

De la otra mejilla ni hablamos

Hace dos milenios, un hombre capaz de poner la otra mejilla por amor al prójimo moría en la cruz. Hace dos siglos, unos hombres fundaban el respeto a los derechos de sus semejantes sobre pilares tan sólidos como la libertad, la igualdad y la fraternidad. Hace dos décadas, el hombre aún no había aprendido a poner la otra mejilla ni a respetar los derechos de sus semejantes. Hace apenas dos días, tampoco. El déficit, tan humano como la contradicción, es algo así como una cruz: provocó desde la cacería étnica que tratan de frenar ahora las fuerzas de la OTAN en Yugoslavia hasta el brutal asesinato a balazos del vicepresidente del Paraguay, Luis María Argaña, y los fantasmas que supo resucitar allende los Andes la detención de Augusto Pinochet en Londres por instancias de la justicia española. En todos los casos, aunque Kosovo, Asunción y Santiago sean vértices lejanos de un triángulo escaleno sin ángulos sanos, la coincidencia es, precisamente, la falta de respeto a los derechos de los otros, comenzando por la vida, y (leer más)